martes, 27 de marzo de 2012

TOKIO 2: SHIBUYA, HARAJUKU Y ROPPONGI

Levantarse aquí a las 6 de la mañana no sirve de nada más que para escribir en el blog pero con el cambio de hora y en la cama desde las 9 es lo normal.
Hasta las 7 no dan el desayuno y la mayoría de lo que hay que ver no abre hasta las 11.
Nos pusimos en marcha a las 9:30 esta vez más ligeros de cámaras, paraguas, chaquetones etc gracias a que el sol apretaba más que ayer. El recorrido siempre es el mismo Estación de Okubo (a dos minutos del hotel) - Estación de Shinjuku y desde aquí a los destinos que queremos. Esta vez a Shibuya.
Shibuya es el centro neurálgico de los jóvenes de Tokio, centros comerciales de tropecientas plantas llenos de todo tipo de artículos. Calles con pantallones a plena potencia y gente por todas partes. Aquí la gente va emperifollada a todas horas. Sobre todo ellas, todas.

Llegamos sobre las 10 y prácticamente no había un alma. Paseamos por las calles vacías y estaban abriendo un centro comercial de los más nombrados en las guías así que decidimos entrar para curiosear mientras pasaba el tiempo y de paso comprar una mochila para ir menos cargados. Cada vez que llegas a una planta empiezas a oír que alguien suelta una retahíla de palabras en japonés alargando las terminaciones infinitamente, tan infinitamente que cuando te han divisado los diez dependientes van empalmando y solapando y aquello ya asusta un poco (jo, que hago? compro? Pero si me he equivocado de sección y aquí solo hay martillos...), pues cuando te vas, lo mismo.
En la planta de las mochilas Laura se dedicó a buscar una que le gustase entre cinco mil así que Miguel y yo fuimos a dar un paseo y divisamos a una señora con un sombrero lleno de cositas en miniatura (fruta, animales, flores, etc) muy colorido y estaba dando vueltas moviendo las manos muy rápido como dando lecciones así que me acerqué un poco para que Miguel viese el sombrero. Resulta que la señora era una experta-máquina de hacer perritos en miniatura con una especie de plastilina. Había en la mesa doscientos perritos iguales y tres alumnos. Imagínate que llevas 50 años haciendo perritos y ahora llega un tipo, se sienta y te hace uno igual en un cuarto de hora...la señora cogía un cuchillo y le aplastaba una pata o la cabeza al perrito de alumno (30 años el menor de los alumnos y unos 70 la mayor) ante la desesperación de este que ya le faltaba el aire y se había quitado la mascarilla. Detrás de la profesora había un japonés con un delantal que se movía de lado a lado pero sin hacer nada. No sabemos como terminó la lección porque Laura acabó la compra pero no he dejado de pensar en ella.
Después de pasear por Shibuya para ver el ambiente decidimos ir caminando hasta Harajuku y al pasar por el parque Yoyogi nos encontramos con la feria del mundo o algo así. Pasamos un buen rato sentados mirando pasar a la gente.



No vemos a muchos occidentales, puede que no sea una fecha muy propicia para venir o puede que el tsunami de hace un año se siga notando. Miguel ya ha aprendido a decir hola, adiós y gracias en japonés así que es el protagonista indiscutible cuando lo dejamos corretear.
Harajuku es una zona muy animada sobre todo en domingo (comprobado) es famosa porque los jóvenes se reúnen en una plaza para vestirse de sus personajes manga favoritos. La calle Omotesando Hills tiene tiendas de todas las marcas comerciales más pijas y caras del universo compitiendo en arquitectura unas con otras. Nosotros paramos en una de artesanía y salimos con un yukata para los peques y otro para mi.



Terminamos el dia en Roppongi, la zona guiri por excelencia, pero no nos impresionó demasiado y ya que estábamos comimos Ramen, al metro y a dormir.


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